La primera noche les había revelado el secreto de un amor olvidado durante años en el fondo de un baúl.
La segunda noche, me había sentido en condiciones de afrontar el difícil tema de la magia.
La tercera noche las había hecho sonreír. Conquistado por la simpatía y la gracia de Flox Polimón, el pequeño pueblo luminoso había descubierto la teoría de los colores y experimentado la fuerza de la amistad, de la verdadera amistad.
Sólo faltaba un relato, el que me disponía a contar, el último, después no volvería a hablar de mi pasado en Fairy Oak nunca más, se lo había prometido.
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