A veces, los pequeños regalos que nos da la vida son infravalorados.
No deberíamos pasar por alto el brillo de su mirada, la forma en que mueve las manos, ni el sonido de su risa.
Deberíamos tener más en cuenta cada una de las sonrisas que le robamos a los desconocidos.
Ojalá todos estuviéramos atentos de los pequeños regalos de la vida, aunque de ese modo, quizá, perderían todo su valor.
Tal vez están infravalorados para que sólo determinadas personas puedan disfrutar con ellos.
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